Tres preguntas para reflexionar sobre la brecha de género en STEM
Hoy, en el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, queremos abordar de manera general tres preguntas que surgen cuando hablamos de la brecha de género en la ciencia, tecnología, ingeniería y matemática (STEM por sus siglas en inglés). Si bien ha habido avances importantes en los últimos años, este sigue siendo un tema que requiere nuestra atención y acción.
En primer lugar, ¿por qué hay menos niñas que niños que deciden estudiar carreras STEM?
No hay una sola respuesta.
Primero, hay que mencionar que en general, las niñas tienen menos acceso a la educación que los niños y que esta situación se ha profundizado por el COVID 19. Pero si hablamos específicamente de la participación de niñas en carreras STEM, estamos lidiando con un monstruo sistémico que funciona y ataca en niveles individuales (autopercepción, estereotipos e interés), familiares (expectativas y apoyo), escolares (docentes, recursos y enseñanza) y sociales (políticas, normas sociales e igualdad de género).
Desde los juguetes que nos regalan (muñeca para la niña y carrito a control remoto para el niño) hasta los personajes que vemos en televisión (el hombre blanco canoso con una bata blanca haciendo experimentos) o las expectativas y necesidades de nuestras familias ("hijita, para qué vas a estudiar eso si esa carrera es de hombres"), hay muchos factores internos y externos que van perfilando la idea que tenemos en la cabeza de cómo es y cómo se ve una persona que se dedica a la ciencia; y que impacta directamente en las decisiones de las mujeres cuando escogen -si pueden- qué estudiar.
Un reciente documento publicado por UNESCO hace un análisis comparativo sobre los principales esfuerzos y programas implementados en América Latina y el Caribe que fomentan y promueven la participación de mujeres y niñas en STEM. Sin embargo, en muchos casos se trata de iniciativas aisladas que no encajan en estrategias integrales y coordinadas que apunten a cerrar la brecha de género en este campo. No sorprende entonces que, a pesar de todos los proyectos y dinero invertido, las mujeres al 2020 representen solo el 35% de las personas que estudian una de estas carreras en América Latina.
Segunda pregunta: ¿por qué no permanecen todas las mujeres que sí decidieron estudiar STEM?
Si bien en los últimos años sí ha habido un incremento en las mujeres que deciden estudiar una carrera STEM, un porcentaje importante abandona los estudios en los niveles educativos más altos, aquellos necesarios para dedicarse a la investigación. Por ejemplo, según cifras del RENACYT al 2020, en Perú, del total de investigadores e investigadoras en el país, los hombres representan el 69% mientras que las mujeres el 31%.
¿Por qué se van? Nuevamente nos enfrentamos a una pregunta compleja que tiene una variedad de respuestas. En relación a la ausencia de mujeres en los premios Nobel de ciencia de 2021, la CEO de AWIS (Association for Women in Science), Sandy Robert, explicó que en STEM, las mujeres ganan menos, publican menos y obtienen menos patentes, oportunidades de ascenso y premios académicos debido a prejuicios o sesgos implícitos y explícitos. Además, la carga de trabajos domésticos y de cuidado recae de forma desproporcionada en las mujeres y puede afectar negativamente a sus líneas profesionales. Esto sumado a que muchas mujeres terminan abandonando su carrera debido al acoso sexual que persiste y que no suele ser abordado de manera preventiva en sus espacios de estudio y/o de trabajo.
Y entonces, ¿cuáles son las consecuencias de que la participación de las mujeres en STEM sea menor a la de los hombres?
Como menciona Caroline Criado Perez en su libro La mujer invisible, “al no incluir la perspectiva de las mujeres se impulsa un sesgo masculino no intencionado (a menudo de buena fe) que pasa por “neutro” desde la perspectiva de género.” Es decir, la inclusión y participación de mujeres tiene un impacto directo en que las cosas que investigamos, diseñamos y producimos sean verdaderamente inclusivas para todos y para todas, y no solo para hombres, como un “genérico”.
Por ejemplo, Laura Baena García, enfermera, profesora ayudante doctora e investigadora española, explica que las alteraciones menstruales relacionadas a la vacuna contra el COVID 19 no se tuvieron en cuenta en los ensayos clínicos, a pesar de que es algo que afecta a la mitad de la población mundial. Ella es parte de un equipo de investigación de la Universidad de Granada encargado del Proyecto Eva: Efecto de la vacunación contra el SARS COV-2 en el ciclo menstrual de mujeres en edad fértil. Estudios como este son necesarios para visibilizar la importancia y necesidad de incluir no solo una perspectiva de género sino de incluir a las mujeres, en toda su diversidad, en STEM y en todo ámbito.
En un campo como el de STEM, donde las mujeres siguen teniendo menos representatividad y visibilidad que los hombres, y donde hay muy poca diversidad, si no se plantean estrategias específicas y coordinadas para corregir las barreras sistémicas, este círculo vicioso se mantendrá activo eternamente. Además, si queremos impulsar la participación y la permanencia de todas las mujeres en este campo, debemos proponer soluciones interseccionales e inclusivas. Es por ello que el STEMINISMO (STEM + feminismo) cobra especial relevancia hoy, Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, y todos los días.