‘De la mano, ¡saz!’ a las bromas que no son acoso: ¿cómo terminar con el acoso sexual?
El acoso sexual no es un problema de naturaleza sexual sino de poder y está directamente relacionado con los roles que se atribuyen a mujeres y a hombres. Por eso, para terminar con el acoso sexual se requiere ir mucho más allá de sólo sancionar a los acosadores individualmente. Se requiere reconocer el acoso como un problema estructural.
Contenido publicado originalmente en semanaeconomica.com
En menos de cuatro meses hemos conocido al menos tres casos de acoso sexual que involucran directamente a distintos miembros del Congreso. Moisés Mamani y Luis López Vilela ya están suspendidos por 120 días, y el siguiente parece que será Yonhy Lescano. Tanto Mamani como López Vilela fueron acusados de tocamientos indebidos. El primero tocó por detrás a una tripulante de cabina de Latam que estaba en pleno cumplimiento de funciones, mientras que el segundo lo fue por darle un masaje en el cuello no deseado a otra congresista. Por su parte, a Lescano se le acusa de acoso sexual por el contenido de los mensajes de texto que en distintas ocasiones le envió a una periodista. Hay un caso adicional, el del periodista César Rojas Vidarte de Manifiesto contra la congresista Marisa Glave, situación que la llevó a solicitar ante el Poder Judicial y a exigir en el Congreso el cumplimiento de la orden de alejamiento dictada a su favor.Pero seguramente hay más, mucho más. Se habla de un problema estructural y que las soluciones deben ser también estructurales, pero ¿qué significa eso? El acoso sexual no es un problema de naturaleza sexual sino de poder y está directamente relacionado con los roles que se atribuyen a mujeres y a hombres. La sociedad en su conjunto juega un rol esencial en todo esto ya que tiene aún una posición ambivalente frente al acoso sexual. Por un lado, se rechaza como práctica; pero, por otro, ciertas prácticas se toleran y justifican. Por ejemplo, en una de sus intervenciones la congresista Noceda señaló que en su primer día en el Congreso un colega le dijo "qué bueno que haya gente como usted acá, para que nos alegre el panorama", comentario sexista centrado en las características físicas de las mujeres y que bajo distintas versiones se escucha con frecuencia en distintos ámbitos profesionales. Lo mismo sucede cuando el periodista de Manifiesto, César Rojas, y más recientemente el congresista Yohny Lescano intentan hablar de bromas y no de acoso.
El problema en el acoso sexual no son los hombres y tampoco las mujeres. La cuestión reside en los modelos de masculinidad y feminidad, y en las representaciones sociales que avalan y refuerzan estos modelos. Estos modelos, que si bien comienzan a ser cada vez más cuestionados, sí son todavía lo suficientemente sólidos como para que un congresista se permita, por ejemplo, bromear públicamente sobre un caso de acoso sexual por el que fue sancionado (me refiero al comentario de la 'mano, ¡saz!' del congresista Moisés Mamani) y, que si bien haya recibido fuertes críticas, también haya sido celebrado en redes sociales. Estos modelos son también los que permiten hacer creer al congresista Lescano que puede exigir la presentación pública de su denunciante (a pesar que él sí conoce su identidad), obviando el derecho a la confidencialidad que la ley garantiza y que, además, resulta ser esencial en los casos de acoso sexual. El acoso sexual está plagado de estereotipos. ¿Por qué no denunció antes? ¿Por qué no lo bloquea? ¿Por qué le escribe a la media noche? Está tan plagado de estereotipos que hasta la edad de la denunciante es capaz de convertirse en un intento de argumento de defensa. "¿Acoso sexual a una persona que tiene más de 40 años y que no da la cara?", declaró hace unos días Lescano. Todo esto no hace más que reconfirmar la vigencia de los resultados de la ENARES de 2015 en la que el 43.8% de la población estuvo de acuerdo en afirmar que una mujer que se viste provocativamente está buscando que la acosen sexualmente. Para terminar con el acoso sexual se requiere ir mucho más allá de sólo sancionar a los acosadores individualmente. Se requiere reconocer el acoso como un problema estructural. La voluntad de erradicarlo no se materializa a través de un reglamento de prevención y sanción del hostigamiento sexual, o de la existencia de un procedimiento formal a través del cual canalizar las denuncias. Para hacerle frente se requiere de compromiso y esfuerzo, pero, sobre todo, de estrategias transversales que hagan que esos silencios cómplices que han permitido y todavía permiten que este tipo de situaciones se sigan produciendo, ya no lo hagan más.
Marlene Molero Suárez, CEO GenderLab