¿Qué tiene que decir un hijo sobre el día del padre?
Esta es la tercera versión de este texto. La primera buscaba hacer un símil entre el fenómeno del padre invisible con una película del mismo nombre, que confieso no me dieron muchas ganas de ver. La segunda usaba una anécdota que viví hace no mucho, cuando luego de una charla un señor me comentaba que el incremento del empleo femenino -asalariado, por supuesto- se relacionaba con el aumento de la drogadicción y criminalidad juvenil; “dejaron un vacío que nadie podía llenar” - me dijo, mientras que yo me preguntaba: “¿y los padres?”. Pero, ¿qué es lo que me gustaría transmitir este día?
¿Qué consejo tiene para darle a los padres quien la experiencia más cercana a la paternidad la ha tenido únicamente con sus amados felinos? ¿Qué recomendación puede dar sobre la crianza quien no llegó a tener un tamagotchi y ve cómo su única planta lucha por sobrevivir luego de recibir el abono equivocado?
Hasta que me di cuenta que la paternidad está indisolublemente ligada a la filiación. Uno puede ser padre de muchas maneras: soltero, casado, con una madre o hasta con otro padre. Pero nunca sin un hijo o una hija. Y sobre esto último sí tengo algo de experiencia; llevo más de 32 años siéndolo.
Esta no será una entrada sobre las cinco razones por las que debes celebrar el día del padre en tu empresa. Es una pequeña reflexión sobre la paternidad desde un hijo.
La paradoja de la paternidad
¿Qué se necesita para ser un buen padre? Para muchas personas, Los Sopranos es una de las mejores series de la historia. El líder de una organización mafiosa de Nueva Jersey se ve en la compleja situación de ir a terapia psiquiátrica por los ataques de ansiedad que enfrenta cada vez más seguido. Y, a través de los lentes de su psiquiatra, vamos conociendo a este personaje que es capaz de acompañar a su hija a las entrevistas universitarias, hacer una pausa para matar a un ex miembro de la mafia, y luego continuar acompañándola. Lo curioso es que durante la serie se le van a cuestionar muchas cosas al protagonista, pero jamás que sea un mal padre (¿se puede ser un asesino y, a la vez, buen padre?).
Esta serie es una exploración fascinante sobre cómo funciona la masculinidad y de qué manera moldea los roles que desempeñamos en las distintas facetas de nuestras vidas. De jóvenes, los hombres deben mostrar su vitalidad, ser fuertes y atrevidos. En el inicio de la adultez, ese joven aventurero ahora debe ser, también, un ser viril y exitoso con las mujeres. Más adelante, se le exigirá que, en la paternidad, sea un gran proveedor y esté presente.
¿Qué sucede cuando se rompe ese molde? ¿Qué ocurre cuando un niño no muestra fortaleza física o es introvertido? ¿Qué pasa cuando el joven adulto no cumple con las expectativas de ese ‘despertar sexual’ que la sociedad espera? ¿Qué pasa cuando un padre decide quedarse en el hogar mientras es la madre la que trabaja fuera?
La masculinidad no solo define los roles que desempeñamos, sino también impone límites que restringen nuestras propias experiencias y formas de vivir.
He ahí la paradoja de la paternidad: se le pide a los hombres que sean figuras presentes como padres, pero que no se queden mucho tiempo en la casa porque serán “vagos”. Que conecten emocionalmente con sus hijos e hijas, pero sólo hasta cierto punto, pues la profundidad emocional es tarea de la madre.
¿Qué queda entonces? Performar entre la delgada línea de lo que la masculinidad dicta.
Muchas paternidades
La cuestión es que, en realidad, no existe una sola forma de ser padre. La historia nos ha mostrado muchísimos ejemplos de padres que luchan por romper con esos esquemas impuestos, de pronto sin ser conscientes de ello. Pensemos en las veces que, como hijos, vimos a nuestros padres aproximarse sentimentalmente, buscar contener el llanto y no aguantar. ¿Por qué la emotividad estaría reservada únicamente a las madres? Hay muchas formas de ser padre.
Si bien en distinta medida, así como la maternidad implica una serie de desprendimientos y sacrificios, la paternidad no está exenta de ello. ¿Cuántos planes tuvieron que cambiar nuestros padres por nosotros? ¿Cuántas cosas dejaron de hacer por participar, con los límites que los patrones sociales imponen, en nuestras vidas? ¿Cuánto más nos hubiera gustado que estén involucrados?
Sea por la presencia o ausencia de la figura paterna, hemos sido marcados. De nosotros depende elegir la forma en la que queremos continuar o modificar esa senda. Abrazar lo positivo y transformar lo que hubiéramos querido que sea diferente.
La paternidad y el trabajo
Antes de que Homero Simpson se enterara de que iba a ser papá por tercera vez, renunció al trabajo clásico en la fábrica de Springfield para perseguir sus sueños. Al saber que su esposa estaba embarazada, tuvo que regresar a la fábrica, prácticamente arrodillado. En respuesta, para que no olvide la necesidad que tenía y se atreva a renunciar de nuevo, su jefe colgó un cartel que decía “Don’t forget you’re here for ever” (“No lo olvide: estará aquí para siempre”). Homero usó las fotos de Maggie, su hija recién nacida, para tapar algunas letras dejando este mensaje:
El trabajo es un espacio de reproducción de muchos de los patrones sociales que he mencionado. Las empresas pueden ayudar a contribuir con los roles que pensamos deberían ejercer los padres, restringiendo las distintas formas en las que pueden estar presentes. Por ejemplo, al limitar las facilidades para la conciliación laboral y familiar únicamente a las madres, bajo la idea de que los padres no requieren de esos mismos beneficios. Si bien muchas empresas han avanzado en fomentar una corresponsabilidad en el hogar, el trecho todavía sigue siendo grande.
En este día, de nosotros/as depende elegir qué queremos apoyar, qué paternidades quisiéramos alentar, y qué herramientas vamos a desarrollar para promover las paternidades activas, presentes, pero sobre todo, libres. Y, cuando nos toque, podamos ser los padres que tuvimos / los que nos gustaría haber tenido / los que nos gustaría tener.